Ecuador
Febrero del 2000

CONGRESO EXTRAORDINARIO DEL P.C.M.L.E.

 RESOLUCIÓN POLÍTICA

Situación Internacional

Nuestro Congreso Extraordinario desarrolla sus trabajos en medio de nuevos fenómenos que son el resultado de la agudización de la crisis que afecta al sistema capitalista en todos los órdenes de la vida económica, política, social y moral, a escala general.

A nivel mundial, el sistema capitalista se halla corroído por una crisis general, la más grande y generalizada que ha sufrido hasta aquí, que se expresa en las más diversas áreas: productiva, económica, financiera, comercial, social y política, y que a la vez, se extiende por regiones y continentes. Se trata de una crisis de sobreproducción relativa, muy profunda, que se prolonga por mucho tiempo; provoca el cierre de numerosas empresas, el aumento del paro forzoso de millones de trabajadores; la ampliación de los niveles de pobreza, opresión y explotación, la inseguridad social, etc. Los principales países desarrollados como el Japón, por ejemplo, no alcanzan desde hace algunos años un crecimiento sostenido y más bien sufren una marcada desaceleración.

  La crisis ha extendido sus secuelas desde las grandes potencias imperialistas, hasta los países atrasados y dependientes, en los cuales estos problemas se evidencian con mayor intensidad y dramatismo. El estancamiento económico, los elementos de la recesión, sacuden países y continentes, siendo las clases trabajadoras y sobre todo la clase obrera y los pueblos de los países dependientes, quienes reciben los golpes más duros.

  La sobreproducción relativa significa que grandes volúmenes de mercancías: automóviles, computadoras, electrodomésticos, maquinarias, piezas de repuesto, etc., que bien podrían satisfacer las crecientes demandas a nivel mundial, permanecen guardadas en las bodegas o simplemente se destruyen, debido a que la contracción en los ingresos de los trabajadores y de las masas en general, impiden su circulación en el mercado.

El mundo al iniciar el milenio, se debate en medio de una serie de convulsiones económicas que sacuden con violencia las estructuras del sistema. En 1995, la crisis estalló en México y el llamado «efecto tequila» se extendió por varios países y regiones; en 1997 provocó el espectacular derrumbe de los llamados «Tigres Asiáticos», mostrados durante mucho tiempo como la vitrina del capitalismo, como los países en donde se estaba realizando el milagro económico del neoliberalismo; del mismo modo, Hong Kong sufrió los efectos de la crisis, que se manifestó luego en el Japón.

La Rusia capitalista soporta la depresión económica y la crisis la lleva a una virtual bancarrota. De igual modo Brasil ha sentido sus efectos, que se han extendido a la Argentina y a otros países dependientes del imperialismo.

En los países atrasados, los efectos de la crisis son devastadores, ya que los imperialistas y la burguesía descargan su mayor peso sobre las espaldas de los trabajadores y los pueblos, a quienes les toca sufrir el aumento de la pobreza, el desempleo, el atraso general, la paralización del aparato productivo, etc., lo cual provoca también el crecimiento y generalización de la lucha social.

En el caso de los monopolios internacionales, estos años se caracterizan por una más intensa concentración del capital, que adquiere cada vez mayores proporciones. Asistimos al proceso de las megafusiones, en donde se provoca la unión concertada, la forzada alianza y/o la absorción violenta de grandes monopolios entre sí, como resultado de la salvaje competencia y de la anarquía propia del sistema capitalista que busca acrecentar, por todos los medios a su alcance, la tasa de ganancia, que desde hace tiempo sufre una tendencia a su disminución.

Las megafusiones concentran en cada vez menor número de propietarios, la gran riqueza social que se ha logrado acumular; fortifican a una u otra potencia imperialista o grupos de potencias, para enfrentar la guerra comercial internacional; polarizan y dividen cada vez más hondamente el mundo contemporáneo entre la gran burguesía y los trabajadores, entre el capital y el trabajo; significan millones de nuevos obreros parados; agudizan las diferencias entre países desarrollados y dependientes, provocan confrontaciones más intensas entre las potencias imperialistas y los pueblos explotados y oprimidos; se produce una mayor apropiación privada de la riqueza, mediante la mayor socialización de la producción.

El proceso de las megafusiones contribuye también a la agudización en nuevos niveles de las principales contradicciones que se provocan en el seno del sistema capitalista en la actualidad.

Las potencias mundiales, agrupadas en el Grupo de los Ocho, G8 (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Italia, Canadá y Rusia) siguen aplicando las mismas viejas políticas de agresión e intervención en contra de los pueblos del mundo, bajo los estandartes de la globalización. Agresiones armadas, chantajes, boicot económico, complots y conspiraciones, constituyen la tónica de las actuales relaciones internacionales, bajo el lema de la «cooperación», la «convivencia civilizada», etc.

Estamos viviendo un mundo multipolar en donde existen diversos bloques económicos que luchan en-carnizadamente para garantizar su puesto en el mercado mundial y en las fuentes de abastecimiento de recursos naturales. Si bien los Estados Unidos de América ocupa un lugar preeminente ante el resto de potencias imperialistas, debido a una transitoria y relativa recuperación de su economía lograda en estos años, existen otras potencias y bloques que pugnan por la hegemonía. Japón concentra el mayor volumen del capital financiero mundial y es el principal tenedor de la deuda norteamericana; Alemania lidera prácticamente la Unión Europea, en alianza con Francia y últimamente se produce una vinculación muy estrecha de intereses, entre Rusia y China, otros contendientes en la arena del imperialismo mundial.

El nuevo reparto del mundo que se opera por parte de los países imperialistas, con sus bloques y monopolios, con sus acuerdos transitorios, pugnas y confrontaciones, no sólo se expresa en el ámbito económico, sino también en las esferas política y militar, lo cual contribuye a la inestabilidad que sufre el sistema capitalista en general.

Las grandes potencias imperialistas, practican el saqueo descarado de las riquezas de los distintos países; desenvuelven la institucionalización del dumping y el derribamiento de las barreras aduaneras a nombre de la llamada libertad de comercio; vía privatizaciones, los monopolios internacionales, se adueñan del patrimonio nacional de los distintos países, de las principales empresas estatales de la energía, de las comunicaciones, del sistema vial y portuario de los sistemas de seguridad social de los trabajadores, etc.; expolian y subyugan a los países y naciones con usurarios préstamos, que han configurado una deuda externa que es un freno para la independencia y el desarrollo.

A través de la deuda externa se han afirmado los vínculos de la dependencia frente al imperialismo, pues los países deudores han debido aplicar los «planes de ajuste estructural» ordenados por el Fondo Monetario o el Banco Mundial, que significan el saqueo de sus recursos, la miseria de sus pueblos, ya que el pago puntual de los intereses y amortizaciones que los gobiernos burgueses han hecho, garantizan el retorno de estas inversiones hacia los países imperialistas.

La ofensiva del capital a escala mundial, en la búsqueda de los máximos beneficios, mediante el saqueo irracional de los recursos de los países sometidos a su dominación, provoca daños irreparables en la ecología, en el medio ambiente, en los ecosistemas. Junto con esto, los países dependientes sufrimos la agresión ideológica y cultural, que trata de eliminar los valores que sustentan nuestra identidad nacional y popular.

Empeñados en defender y consolidar sus intereses, la coalición de las potencias imperialistas, encabezada por los Estados Unidos, ha perpetrado la agresión armada, empujado la guerra e intervenido brutalmente en otros países, con tropas multinacionales, pretextando cualquier motivo. El llamado «nuevo orden internacional» imperialista se expresa en el hecho que, unas potencias y otras, aliándose o contendiendo, abierta o encubiertamente, han estado presentes en la arena internacional para agitar o aprovecharse de los conflictos nacionales, enconando las diferencias religiosas, étnicas o tribales, en Europa, (caso Yugoslavia, Kosovo), en África (Ruanda, Zaire, Sierra Leona), en Asia (Pakistán, Chechenia, Afganistán) etc.

La intervención imperialista, cuenta con el apoyo y la cobertura de las Naciones Unidas, de las agencias económicas internacionales como el Fondo Monetario, el Banco Mundial, la Organización Mundial de Comercio, etc., que son organismos al servicio de los poderosos círculos del capital financiero, encargados de empujar las políticas y programas de «ajuste estructural», para poner a los gobiernos y los países en la órbita de los intereses imperialistas. Existe la pretensión de crear una legislación supranacional, en beneficio de los monopolios, el llamado Acuerdo Multilateral de Inversiones, AMI, que tenga las características de una Constitución imperialista e imponga sobre todos los países de la tierra, la voluntad suprema del capital financiero; del mismo modo que existen legislaciones o mandatos de claro contenido coercitivo, para ejercer el bloqueo económico, como en el caso de Cuba, Corea del Norte e Irak.

Pese a que el imperialismo y la burguesía a escala mundial han declarado estentóreamente la victoria del «sistema de libre mercado» y la llamada «democracia occidental», como los productos más altamente elaborados por la humanidad y han advertido la necesidad de preservarlos por todos los medios, incluyendo la guerra; sin duda alguna, el sistema capitalista sufre profundas erosiones y se resquebraja por múltiples fisuras, en sus propios cimientos e instituciones.

Las «grandes democracias» de fin de siglo, por su propia naturaleza, ahondan las diferencias sociales, profundizan la discriminación y segregación, provocan la acumulación del descontento y la indignación de grandes contingentes de trabajadores, de productores y campesinos, de inmigrantes y jubilados, de organizaciones de mujeres, de los desempleados, etc., mientras se desenvuelven en medio de vergonzosos escándalos de corrupción en los que aparecen como protagonistas las principales figuras mundiales, como el presidente norteamericano William Clinton, Michael Camdessus, del FMI; el ruso Boris Yeltsin, el alemán Helmut Kohl, las monarquías europeas, los mandatarios japoneses y los magistrados italianos, etc.

Del mismo modo, en los países dependientes, diversos gobiernos y sus principales representantes han estado involucrados en esos mismos hechos, y en algunos casos, han sido derrocados por la lucha de los trabajadores y los pueblos.

Diversos sectores de las masas trabajadoras, de los pueblos del mundo, pese a la arremetida ideológica brutal de los poderosos sistemas de difusión del imperialismo y de la burguesía, se van convenciendo que la democracia burguesa como régimen político, sólo expresa la voluntad de las élites económicas poderosas y que de ningún modo es la expresión de los intereses de las mayorías.

En el seno de los países imperialistas, se desarrollan huelgas obreras que han adquirido trascendencia internacional, movilizaciones y protestas en defensa de las conquistas sociales, todo lo cual configura el estado general de la reanimación de la lucha social que ocurre actualmente en los Estados Unidos, Alemania, Francia, Rusia, etc.

En los países dependientes, se produce, junto a la lucha de los trabajadores, del sector estatal como del sector privado, el combate de los campesinos, del movimiento indígena, de los estudiantes, de los maestros, de las barriadas pobres, de los jubilados, etc.

Particularmente América Latina y el Caribe, son un escenario muy importante de esas acciones multitudinarias, combativas, dirigidas en contra de las políticas antipopulares y antinacionales de los gobiernos burgueses neoliberales; luchas que se han producido en casi todos los países, en contra de las imposiciones del imperialismo norteamericano, principalmente.

Asia, África y Oceanía, están sacudidas por las oleadas de la lucha obrera, campesina, estudiantil y popular. Existen países en donde la lucha armada tiene expresiones de diversa magnitud como en Colombia, donde se vive un importante ascenso de las organizaciones insurgentes; en México, Perú, Filipinas, etc., hay nuevas acciones de combate de las organizaciones revolucionarias.

La crisis del revisionismo y de la socialdemocracia, cobra mayores niveles de agudización; las formaciones revisionistas, en donde no se han dispersado, se convierten en los sirvientes directos de los gobiernos burgueses y la socialdemocracia abandona su ropaje de «socialista», para asumir las posiciones del llamado «centro» burgués y entrar a la defensa de las propuestas neoliberales.

El reflujo quedó atrás, se produce una reanimación del movimiento de masas. El movimiento sindical de los trabajadores, busca reorganizarse tanto nacional, como internacionalmente; se desenvuelven importantes movilizaciones y protestas de los estudiantes universitarios y secundarios, al tiempo que se opera la reactivación de sus organizaciones; el movimiento indígena se levanta en varios lugares reivindicando sus derechos nacionales y políticos; el magisterio protagoniza importantes acciones reivindicando sus intereses, lo mismo ocurre en el caso de las organizaciones campesinas, de la mujer, de los pobladores, de los movimientos ecologistas, etc.

Dentro de este marco conviene destacar los avances en la reconstrucción de varias organizaciones que se reclaman comunistas, socialistas, revolucionarias y de izquierda, que se hallan interesadas en avanzar en los propósitos liberadores.

  La Crisis conmueve al Ecuador de Hoy

El Ecuador como parte del sistema capitalista, sufre también una crisis general, nunca antes registrada en la historia, que lo coloca al borde del abismo. Esta crisis que se iniciara de mano con la instauración de los gobiernos constitucionales, luego de la dictadura de los 70’s, tiene ya una larga duración, afecta a los diversos órdenes de la vida nacional y con cada medida que se toma por parte de los gobiernos de turno, siguiendo los dictados de los organismos internacionales del capitalismo, se agrava y profundiza cada vez más.

El último período de democracia representativa, que ya se extiende veinte años, ha tenido nueve gobiernos. Las diversas corrientes políticas de la burguesía han ensayado las más variadas fórmulas para el ejercicio del poder, todas inspiradas en el recetario neoliberal, intentando al menos aliviar las catastróficas consecuencias de la crisis, pero lo que en realidad han conseguido es agudizarla, con todos sus funestos resultados para la vida del país y la existencia de los pueblos del Ecuador.

El gobierno de Jamil Mahuad, que se instauró en el país a partir de agosto de 1998 y que fuera derrocado por el valeroso Levantamiento Popular de enero del 2.000, fue la muestra más representativa de un régimen entreguista, corrupto, antipopular, incapaz y autoritario, que puso en práctica las desacreditadas políticas neoliberales, ordenadas desde los organismos internacionales del imperialismo, que agravaron aún mas la crisis y le condujeron al país al borde del abismo.

El Producto Interno Bruto del país, que en el año 1998 registró la cifra de 19.500 millones de dólares, sufrió una baja ostensible del 25%, ya que para 1999, fue de apenas 14.400 millones de dólares.

La deuda externa llegó a la cifra de 17.500 millones de dólares, es decir un 121% del Producto Interno Bruto, lo cual constituye un real freno para nuestro desarrollo, pues en veinte años, el país pagó 37 mil millones de dólares, por ese rubro.

La moneda nacional se devaluó en un 146%, entre enero y diciembre de 1999 y sólo en enero del 2000 había llegado a un 450%, hasta que Mahuad anunció la dolarización, cuando el dólar había trepado a la cifra de 25 mil sucres; el gobierno emitió moneda sin respaldo, para cubrir los perjuicios ocasionados por las quiebras de los bancos; los porcentajes de inflación superaron el 60% en el año que terminó; del mismo modo, las tasas de interés rebasaron el 80%.

La crisis económica se expresa en la recesión que sufre el aparato productivo; en la contracción del mercado; en la intensificación del dumping o la competencia desigual de los productos foráneos, frente a los que se producen en el país, debido al llamado «libre comercio»; numerosas empresas pequeñas, medianas y aún grandes, han tenido que cerrar con el consiguiente despido de miles de trabajadores; el nivel de desempleo alcanza el 20%, mientras se ha operado la disminución y congelación de los salarios, que han caído de 135 dólares en 1988, a 92 en 1999, llegando a 49 dólares, en enero del 2000. Estos problemas se ven agravados por la baja de los precios de los productos de exportación, en el mercado internacional.

La inversión productiva es ínfima; los capitales extranjeros que vienen al país son destinados principalmente a la especulación financiera, a las actividades bursátiles, para obtener ganancias exorbitantes en períodos cortos y rápidamente retornarlos y engrosar las arcas de la banca internacional imperialista; la agricultura, la industria y la minería, ocupan lugares muy secundarios en cuanto a la utilización de capitales.

El sistema bancario se desenvuelve en una crisis de grandes proporciones: la cartera vencida de los bancos crece día tras día, según las propias informaciones dadas por el Banco Central, pues hasta diciembre de 1999 ascendía a 6.647 billones de sucres; la salida fraudulenta de capitales al exterior; los créditos vinculados que extendieron los banqueros a sus propias empresas o a entidades creadas ficticiamente, en forma ilícita, es parte de la forma ilegal e inmoral cómo se han manejado esas instituciones, que las han llevado al colapso financiero y al consiguiente perjuicio de miles de depositantes.

El gobierno de Mahuad, reflejando su verdadero carácter de clase, con toda presteza, entregó por lo menos 3 mil millones de dólares del erario público para el salvataje de los bancos; decretó la retención de los depósitos bancarios, trayendo la desolación a miles de gentes sencillas del pueblo. A pesar de ello, continúan las quiebras bancarias y persiste la desconfianza.

El gobierno de Gustavo Noboa ha vuelto a congelar los dineros de los depositantes, pues si bien se han devuelto cantidades pequeñas, al mismo tiempo, se han establecido nuevos plazos para la devolución de los fondos y con la determinación de que otro tramo de los mismos se entregarán a través de papeles de los bancos con plazos de varios años para ser cobrados, con ínfimos intereses, lo cual ha generado nuevas protestas de los miles de perjudicados. El gobierno sigue buscando desesperadamente nuevos créditos internacionales, a costa de vender el país, para una vez más entregarlos a la banca y a la empresa privada, en general.

Los inmorales propietarios y administradores de los bancos, huyeron del país (a excepción de Aspiazu Seminario, que se halla detenido) y los funcionarios gubernamentales que debieron controlar la marcha de esas instituciones, son cómplices de los banqueros corruptos y como ellos, se encuentran aún en la impunidad, en tanto crece la presión popular para que sean enjuiciados. La supuesta extradición de los banqueros corruptos, no ha pasado sino de unas frases pronunciadas por el Presidente Noboa.

La deuda externa pública y privada, es un dogal que impide el desarrollo del país y de nuestros pueblos. Cada vez es más alto el porcentaje que se asigna en el presupuesto del Estado para el pago de la deuda, pues para el año 2.000 el Congreso destinó el 51.5%; mientras que los fondos para la educación, la salud, los gobiernos seccionales, sufren permanentes recortes y retrasos en su adjudicación.

Durante el gobierno democristiano de Mahuad y en el escaso tiempo del gobierno neoliberal de Noboa, la pobreza ha crecido en el Ecuador, pues una cifra superior al 80% de los ecuatorianos sufre directamente los efectos de la misma, mientras que los niveles de indigencia o de pobreza absoluta bordean el 40%. Los círculos oficiales admiten que en el año 1999, el número de pobres creció, llegando a 8 millones 500 mil personas, mientras que en 1998 bordeaba los 5 millones; es decir que en un año, de 1999 al 2000, los pobres aumentaron en 3 millones quinientos mil habitantes.

La canasta familiar básica se situó en febrero del 2000 en 4 millones 915 sucres, provocando que el 59,9 % de la población no pueda acceder a la misma, debido a que el ingreso mínimo de una familia -según esas mismas fuentes- no supera el millón 973 mil sucres, es decir 78 dólares, en promedio. Las víctimas de estos devastadores efectos son las mayorías populares, los trabajadores del sector público y privado, los campesinos, los indígenas, los pequeños comerciantes y artesanos, los pobladores de las ciudades y campos, las mujeres, los niños, los ancianos y los discapacitados.

Son estos problemas de la vida de las familias ecuatorianas, principalmente pobres, las que han provocado la salida masiva de hombres y mujeres hacia el exterior, en la búsqueda de un futuro mejor. Incompletas cifras establecen que sólo en el año 1999, más de 300 mil ecuatorianos emigraron legal e ilegalmente hacia los Estados Unidos y Europa, de manera preferente, multiplicando con esto el grave problema social que soporta el país. Las enfermedades producto de las precarias condiciones de vida se generalizan; varias epidemias asolan y diezman a las poblaciones y son especialmente los niños y las madres quienes las padecen. Es evidente el aumento de la delincuencia, la prostitución y otros males, que acrecientan la inseguridad social y son el resultado directo de la crisis que soportamos.

Los distintos gobiernos burgueses que se han sucedido en el país, nada han hecho para cobrar las inmensas deudas de las empresas privadas con el Estado, ni para combatir la evasión tributaria. El gobierno de Mahuad elevó el Impuesto al Valor Agregado, del 10 al 12%; impuso el 0.8% a los depósitos y retiros bancarios, elevó las tarifas de la electricidad, de los teléfonos y de los demás servicios públicos y se negó a gravar con impuestos a los capitales de las grandes empresas, a los propietarios de vehículos de lujo, yates y aviones privados, mientras siguió empecinado en exprimir los bolsillos de los pobres para entregar esos recursos a la burguesía y al imperialismo.

Es necesario anotar que durante el gobierno de Mahuad, cediendo a las presiones del imperialismo, con la complicidad y el apoyo de toda la burguesía y sus partidos políticos; en connivencia con el gobierno tiránico de Fujimori, se ejecutó la vergonzosa firma del Acuerdo de Paz de Itamaraty, en Octubre de 1998, con el cual se refrendó el Protocolo de Río de Janeiro de 1942; se consagró la pérdida de los derechos amazónicos del Ecuador y la desmembración de una nueva porción del territorio patrio, en la cuenca del Cenepa y Santiago.

Este Acuerdo, que constituye otra de las traiciones de los gobiernos burgueses contra el país, fue realizado por el interés del imperialismo norteamericano, para aliviar el conflicto fronterizo y concentrar la atención en la política contrainsurgente frente a Colombia; para ello contribuyeron también los gobiernos de los países garantes y se desplegó una intensa propaganda para convencer a los ecuatorianos y peruanos de que ese tratado constituye una segura contribución a la paz de los dos países y del continente. Del mismo modo sólo han quedado en las palabras, los supuestos beneficios económicos que el imperialismo norteamericano había prometido para «impulsar la integración», si es que el Acuerdo se firmaba.

En el período de Mahuad, se hizo más evidente la crisis política que resquebraja gravemente la institucionalidad republicana de la democracia burguesa. Las principales instituciones de la República: el Ejecutivo, el Congreso, las Cortes y Tribunales, los partidos políticos de la burguesía, los altos mandos de las fuerzas armadas, las cúpulas de las principales iglesias, se enredaron en vergonzosos episodios de corrupción, lo que determinó una persistente pérdida de la credibilidad frente a la ciudadanía y su creciente desprestigio.

El mismo presidente no se quedó atrás en el ejercicio de la corrupción. Las contribuciones que los banqueros, los empresarios nacionales y extranjeros y otros sectores de la burguesía realizaron para la campaña electoral de Mahuad, demuestran los verdaderos intereses que representaba y defendía el gobierno. Pero el problema va más allá, pues la suma de más 3 millones de dólares, entregada por el banquero Aspiazu Seminario dueño del Banco del Progreso, y las otras millonarias contribuciones, ni siquiera ingresaron a los fondos de la campaña presidencial manejados por el derrocado presidente y su hermano, como tampoco fue reportada al Tribunal Supremo Electoral, como legalmente debía hacerse.

Prominentes jefes militares fueron acusados de participar en oscuras negaciaciones de armas inservibles, durante el conflicto territorial con el Perú y al mismo tiempo, de negociar armas de colección a precios irrisorios. De las mismas fuentes militares han provenido denuncias de manejos dolosos de los fondos del Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas (ISSFA), al mismo tiempo que ninguna de estas denuncias se han esclarecido y menos sancionado a los posibles implicados. Estos hechos de corrupción fueron, entre otras razones, los que llevaron al sector de la oficialidad a rebelarse y participar en los acontecimientos del 21 de enero, junto a las organizaciones indígenas, luego de lo cual se encuentran detenidos los acusadores, mientras los acusados gozan de plena impunidad.

El imperialismo norteamericano y la burguesía, sus gobiernos y partidos políticos, los grandes medios de difusión y los círculos dominantes en general, han estado preocupados durante estos últimos años por encontrar salidas que les permitan recuperar la gobernabilidad del Estado ecuatoriano y estabilizar de alguna manera la vida institucional del país.

Con esos objetivos, impulsaron una reforma política antidemocrática mediante la expedición de una nueva Constitución, que consagra medidas reaccionarias dirigidas a fortalecer el carácter autoritario del Ejecutivo y quitarle al Congreso su facultad fiscalizadora, consolidando un régimen presidencialista concentrador. Se hicieron cambios en el sistema electoral, para volverlo más excluyente hacia los grandes sectores ciudadanos; se aprobó una legislación antipopular y antiobrera para profundizar la flexibilización laboral, o sea el recorte y anulación de los derechos sindicales para los trabajadores, que hoy se encuentran mayoritariamente marginados de la organización sindical; dictaron leyes para cohonestar la corrupción en ámbito bancario y financiero, así como las reformas al Código de Procedimiento Penal, etc.

En estos años, los gobiernos y las clases dominantes pregonan por todos los medios la «concertación social», la búsqueda de los ¨consensos¨, el «Gran Acuerdo Nacional», como alternativas para resolver la crisis; pero tales consensos son esgrimidos por la burguesía tan sólo como un mecanismo para que el pueblo acepte sus designios, renuncie a sus reclamos y sus luchas, legitime sus políticas reaccionarias.

Se difunde el apoliticismo, se muestra a la actividad política en general como nociva, corrupta e inmoral; se acusa a la ¨clase política¨, a todos los ¨políticos¨, sin ningún discrimen de clase social, ni de partido, de ser los responsables de la crisis; por lo cual proponen «despolitizar» toda actividad pública y «despartidizar» el movimiento social; esto naturalmente está dirigido a impedir la participación de los trabajadores y del pueblo en la política revolucionaria, la única que podrá liberarlos definitivamente del yugo del capitalismo.

Los defensores y beneficiarios del sistema capitalista, proponen el camino ¨pacífico¨, «civilizado», «sin violencia», ni ¨fracturas del orden constitucional¨, para presentar las aspiraciones de los sectores populares; el «entendimiento» entre gobernantes y gobernados, entre opresores y oprimidos, que la burguesía y el imperialismo pregonan, busca allanar el camino a la imposición autoritaria y represiva de las políticas antipopulares.

Todas estas fórmulas se difunden en un escenario donde se produce el recrudecimiento de la lucha social, las movilizaciones y las huelgas, los levantamientos populares, que crecen ostensiblemente, como la expresión más importante de la crisis política. Del mismo modo, las contradicciones entre los distintos sectores de la burguesía se agudizan, alrededor de la defensa de sus intereses de grupo y por el control directo del poder; contradicciones que pueden aliviarse en determinada coyuntura, pero luego vuelven a agudizarse, dada la naturaleza del mismo sistema y de la burguesía como tal; los acuerdos se firman, del mismo modo que se rompen.

En este marco, el gobierno democristiano de Mahuad, avanzó un trecho en la implementación sistemática de políticas represivas que atentan contra los derechos humanos y las libertades públicas. Se desenvolvieron violentos operativos contra los levantamientos y movilizaciones, en los que perdieron la vida hombres del pueblo; se decretó el Estado de Emergencia, bajo el pretexto de combatir a la delincuencia y en esas condiciones, se cometieron graves abusos en contra de los sectores populares. El gobierno y los grandes medios desplegaron una campaña sucia en contra de los partidos y las organizaciones que encabezan la lucha; se acentuó la acción de los aparatos de seguridad, la persecusión, hostigamiento y detención a los luchadores populares, lo cual puso en evidencia la práctica del terrorismo de Estado.

Los asesinatos de nuestros camaradas Jaime Hurtado y Pablo Tapia, del compañero Wellington Borja, así como del dirigente sindical de izquierda Saúl Cañar, constituyen una muestra de esta política terrorista, que se apoya en la impunidad de la que hasta ahora gozan los autores intelectuales y materiales de esas acciones criminales.

La burguesía y su gobierno, así como los políticos defensores del sistema capitalista, han expresado una y otra vez sus temores acerca de un posible estallido social que acabe con su sistema de dominación; por eso se previenen frente a una supuesta subversión, estigmatizando como «violentistas», «terroristas» y «enemigos de la democracia», a todos quienes luchamos frente a la injusticia social y las políticas antipopulares.

Las acciones de nuestro Partido, de la Juventud Revolucionaria, del MPD, del Frente Popular y otras organizaciones, dirigidas a empujar la lucha de los trabajadores y los pueblos por sus más sentidas aspiraciones y por el cambio social, son calificadas como «atentatorias a la democracia», como «incitación al caos y la anarquía». Se busca vincular a estas organizaciones con las fuerzas insurgentes de Colombia, o como si patrocinaran acciones terroristas, provocadas por agentes de la misma burguesía, en el afán de allanar el camino para la represión contra los comunistas y la izquierda, para separarlos de las masas trabajadoras y desprestigiar la lucha revolucionaria.

Con el pretexto de combatir al narcotráfico, el gobierno de Mahuad firmó con representantes del gobierno norteamericano un acuerdo para permitir la instalación de una base militar en Manta, como un paso inicial para crear en el futuro un centro de operaciones de la Escuela de las Américas, en la amazonía ecuatoriana. El gobierno de Noboa ha refrendado esos acuerdos y aún más los ha prolongado en su vigencia.

Esto constituye una violación flagrante de nuestra soberanía y un atentado a la independencia nacional. La presencia de las bases militares norteamericanas tiene el objetivo de cercar a las organizaciones insurgentes de Colombia, controlar sus actividades y preparar una abierta intervención con ejércitos de varios países a la vecina república, involucrando a las fuerzas armadas ecuatorianas y las de otros países en el conflicto del Estado y el ejército de Colombia, en abierto rompimiento de los principios de autodeterminación y la no injerencia en los asuntos internos de otros países.

Las tropas yanquis en nuestro territorio se van a utilizar también para sofocar las luchas populares y la insurgencia revolucionaria que se está desarrollando en el Ecuador, de allí que constituyen un grave peligro para nuestros países y nuestros pueblos.

El régimen de Mahuad sufrió un vertiginoso desprestigio. Desde el inicio de su gestión, enteramente al servicio del imperialismo y la burguesía, importantes sectores de los trabajadores y los pueblos se movilizaron en oposición a esas políticas; la huelga general de octubre de 1998, y sobre todo, las grandes movilizaciones y levantamientos populares de marzo y julio de 1999, constituyeron una rotunda expresión de las masas trabajadoras e indígenas, para que el Presidente se vaya a su casa, en un verdadero referéndum contra el gobierno.

La crisis política se expresó también en la incapacidad manifiesta del régimen para gobernar; si bien Mahuad y su gobierno eran la representación y defensa obsecuente de los intereses del imperialismo norteamericano y la burguesía, su incapacidad se hacía presente a la hora de conjugar los intereses de los diversos grupos monopólicos, pues a momentos más bien provocó su enfrentamiento.

En busca de mayores prebendas, ciertos sectores de las clases dominantes se ubicaron en la oposición y disconformes con el régimen buscaron capitalizar el descontento del pueblo en favor de sus intereses. La derecha socialcristiana que eligió y cogobernó con Mahuad, en el último período asumió la oposición al régimen con esos propósitos, llegando incluso a plantear el reemplazo del presidente, mediante una salida que beneficie a la misma burguesía, sin mayores incidentes y sobre todo, sin ninguna participación del pueblo alrededor de la defensa de sus legítimas aspiraciones.

Otros sectores buscaban una sucesión constitucional o la entrega del poder a una Junta de «notables», que convocaría a elecciones anticipadas, después de haber tomado las medidas económicas y políticas que les permitan a las élites dominantes garantizar el avance de su proyecto.

En el interés de echar abajo a Mahuad, sectores burgueses barajaban también la posibilidad de la instauración de una dictadura de larga duración, civil-militar, que tendría como propósito enfrentar y supuestamente resolver, con mano dura, los problemas de la crisis, lo cual les tomaría, según sus inspiradores, unos siete u ocho años, recurriendo al viejo camino de las oligarquías de instaurar dictaduras, a espaldas y contra el pueblo, con la venia del imperialismo.

En esta situación los comunistas, los revolucionarios, la izquierda, la clase obrera, los pueblos del Ecuador, los sectores democráticos y progresistas, nos planteamos el gran desafío de unirnos y luchar para evitar que la burguesía y el imperialismo, los politiqueros tradicionales, resuelvan la crisis política en favor de sus mezquinos intereses.

Asumimos la convocatoria y organización de un gran Levantamiento Popular para derrocar al régimen entreguista y hambreador de Jamil Mahuad y de la Democracia Cristiana, así como la salida del Congreso y las Cortes, lo cual exigía conseguir la más sólida unidad de las fuerzas populares, democráticas y progresistas, de todos aquellos patriotas, interesados en la salvación del Ecuador.

Trabajamos positivamente para conseguir la unidad de diversos e importantes sectores sociales y políticos, que se concretó en las diversas reuniones y acciones que reactivaron al Frente Patriótico y el Congreso del Pueblo. Fueron de gran utilidad para el impulso de estos procesos de unidad y de lucha, los eventos internos realizados en importantes organizaciones de masas como la Convención Nacional del MPD, los Congresos de la FEUE y de la FESE, las elecciones en la FETRAPEC, el Congreso Nacional y las elecciones universales de la UNE, entre otros.

El Levantamiento Popular y el derrocamiento del gobierno oligárquico se convirtió en una importante voz de orden para apreciables sectores de los pueblos del Ecuador, que a partir del 6 de enero, convocados por el Frente Patriótico, realizaron sus primeras acciones en diversas ciudades del país. Estas manifestaciones generaron una gran expectativa, mientras se desarrollaba la difusión del Programa de Gobierno por un Nuevo Ecuador y la propuesta para la instauración de un Gobierno Patriótico de Unidad Nacional en las organizaciones de trabajadores y populares y hacia la opinión pública, en general. Esos planteamientos también fueron presentados por el Frente Patriótico, al Alto Mando de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y a la Conferencia Episcopal Ecuatoriana.

El Gobierno Patriótico que se planteaba como salida para la situación, estaría conformado por representantes de las organizaciones populares, los productores medios y pequeños, los militares que anhelan el desarrollo del país, los partidos políticos progresistas, las iglesias vinculadas con los pobres y los verdaderos demócratas. Este gobierno de coalición de las diversas fuerzas políticas y sociales interesadas en salvar al Ecuador, se constituía en una alternativa de los sectores populares para enfrentar la presente crisis.

Comprendimos que alcanzar este gobierno, no significaba para los marxista leninistas la conquista del Poder Popular, sino una salida planteada en esos momentos por los sectores populares, diferente de las que proponían las clases dominantes ante el desgobierno de Mahuad.

El Programa del Gobierno Patriótico de Unidad Nacional, es una propuesta coherente y posible en las presentes condiciones; es un programa de aplicación actual dirigido a enfrentar los problemas inmediatos que genera la crisis y que afectan a las mayorías populares; es una alternativa para impedir el hundimiento del país; que permita solventar la actual emergencia.

Un Gobierno nuevo, que impulse un Programa de realizaciones que tome en cuenta los anhelos, aspiraciones y conquistas de los trabajadores y los pueblos del Ecuador; que defienda de manera irrestricta la soberanía nacional oponiéndose a la instalación de bases militares norteamericanas en nuestro suelo patrio; que suspenda el pago de la deuda externa, al menos por un tiempo, para utilizar esos recursos en sacar al país de la situación en que se halla.

Un gobierno que trabaje por la reactivación del aparato productivo, para generar el empleo y combatir la pobreza; que defienda la seguridad social, la educación pública, la salud, en beneficio de los pobres; que combata de raíz la corrupción y sancione con mano dura a los que trafican y se benefician con los fondos públicos; que envíe a la cárcel a los corruptos y a los asesinos de los luchadores populares, fue el planteamiento difundido por el Frente Patriótico y sus organizaciones, que potenció el levantamiento.

La CONAIE y la Coordinadora de Movimientos Sociales también hicieron público su planteamiento de organizar el Levantamiento Indígena y Popular para sacar a Mahuad, al Congreso y a las Cortes, que sirvió para fortalecer el desarrollo del mismo, aunque algunos de sus principales dirigentes se resistieron para convocarlo y organizarlo de manera unitaria

En el curso de las acciones, aparecieron claramente a nivel nacional, dos grandes referentes en el campo popular que dirigieron las principales protestas y movilizaciones: la CONAIE, que estructuró los parlamentos indígenas en varias provincias, junto a la llamada Coordinadora de los Movimientos Sociales, por un lado, y por el otro, el Frente Patriótico, formado en la mayoría de provincias del país, que agrupa al FUT, al Frente Popular, a la FETRAPEC, a la Coordinadora Unitaria Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras, CUNOCIN, la Cámara de Agricultura de la IV Zona, los pequeños comerciantes, organizaciones barriales y de artesanos, los partidos de izquierda, Socialista, M.P.D., el MIR y nuestro partido. Es necesario anotar además, que en algunas reuniones del Congreso del Pueblo, estuvieron presentes varios diputados de la Izquierda Democrática

Varias fueron las tentativas propiciadas por el Frente Patriótico para conseguir la unidad y coordinación en escala nacional, en el curso del levantamiento, con la CONAIE, y los Parlamentos Indígenas, sin conseguirlo, pues la autosuficiencia y el exclusivismo habían hecho presa de algunos de los principales dirigentes indígenas y de ciertos elementos mestizos vinculados a las fundaciones y ONG’s., que se caracterizan por su resistencia a las posiciones revolucionarias y particularmente al PCMLE. Ellos unilateralizaron sus acuerdos y vínculos con elementos de las Fuerzas Armadas y ciertos personajes de la burguesía, con quienes venían preparando la caída de Mahuad y desestimaron las acciones unitarias con el conjunto del movimiento popular.

Las fuerzas del Partido, unidas a los diferentes sectores populares en el Frente Patriótico, fuimos protagonistas de gran parte de las luchas, movilizaciones y protestas que se dieron en el Levantamiento. En casi todas las provincias, a excepción de lo que sucedía a nivel de las organizaciones nacionales, se produjo la acción unitaria entre el Frente Patriótico, el Congreso del Pueblo, con la CONAIE y los Parlamentos Indígenas. Las fuerzas del Partido influimos significativamente en el desarrollo de la pelea, generamos iniciativas, inspiramos acciones, pero aún no pudimos determinar el desenlace de este importante episodio de la lucha de clases.

El 21 de enero, cuando se produjo la entrada de los indígenas al Congreso y la proclamación de la Junta de Salvación Nacional, liderada por el Coronel Lucio Gutiérrez, Antonio Vargas y el Dr. Solórzano Constantine, decidimos el apoyo a ese pronunciamiento, pues aquello permitía botar a Mahuad y reemplazarlo por un gobierno surgido de la decisión de los indígenas y un sector de los militares, opuestos a la corrupción y sensibilizados con las demandas de los de abajo, aunque no representaba las aspiraciones generales de todo el movimiento, pues para su formación no se había tomado el criterio de las distintas organizaciones que estábamos en la lucha.

En numerosas provincias del país, el Frente Patriótico hizo la toma de las gobernaciones; proclamó las Juntas Patrióticas de Gobierno; en grandes asambleas designó a nuevos gobernadores, e incluso a Directores Provinciales de Educación; en Quito y otras ciudades se hicieron las tomas de las Cortes de Justicia, del Ministerio de Energía y la Contraloría, como muestra de la disposición del pueblo, para asumir el control del poder.

Los sectores de la burguesía y del imperialismo, la OEA y varios gobiernos reaccionarios, a través de sus más conspicuos representantes se expresaron violentamente contra el intento de socavar su dominación, condenaron el «desacato al orden constitucional» y amenazaron con las más diversas medidas como la «lucha contra la dictadura» o el «bloqueo y aislamiento del país», a nivel internacional. Febres Cordero, Jaime Nebot, Osvaldo Hurtado, Abdalá Bucaram, Joyce de Ginnata, las Cámaras de la Producción y la cúpula de la Iglesia Católica; al mismo tiempo que Peter Romero, Gaviria, Fujimori, Aznar y la Unión Europea, unieron sus voces para rechazar la intentona rebelde de los de abajo.

El imperialismo, la burguesía y el Alto Mando Militar, inmediatamente movieron sus resortes para incorporar al General Mendoza a la Junta de Gobierno, dejando de lado al Coronel Lucio Gutiérrez; sometieron con amenazas y promesas, con el peso de la jerarquía, a muchos jefes militares que formaban parte de la conspiración, para finalmente en la sala del Comando Conjunto, en el Ministerio de Defensa, designar como Presidente de la República al Vicepresidente Gustavo Noboa, con lo cual la burguesía logró desesperadamente recuperar el control de la situación y resolver transitoriamente a su favor esta coyuntura de la crisis.

Reflejando su naturaleza reaccionaria y proimperialista, Noboa se ratificó en la propuesta neoliberal de la dolarización; prometió la aceleración de los procesos de privatización de las empresas estatales, adelantar la «modernización» del Estado, según el concepto burgués y proclamó la instauración de la «disciplina social», frase que encubre el autoritarismo y la represión con que el «gobierno constitucional» amenaza a los pueblos del Ecuador. Esas acciones represivas ya se han puesto en práctica con la detención y el enjuiciamiento de los militares y policías insurrectos, con los juicios y la persecución hacia los luchadores populares, con las amenazas que Noboa y sus ministros profieren en cada ocasión.

El Levantamiento Popular de enero del 2000, sin duda constituye una gesta de los trabajadores y de los pueblos del Ecuador en su camino hacia su auténtica liberación; revela con caracteres nítidos la búsqueda incesante del cambio, para lo cual comprenden que es necesaria su participación, su movilización.

El Levantamiento, a diferencia de anteriores acciones, fue la confrontación del pueblo movilizado contra el campo de la burguesía; sus motivos fueron de claro contenido político pues enfrentaban las decisiones del gobierno burgués; se proponía echar abajo al Ejecutivo, Congreso y Cortes y reemplazarlos por un gobierno de distinta composición. Demuestra que el pueblo puede. con su unidad y lucha, derrocar gobiernos tiránicos y que si se esfuerza más, se une mejor, combate con más frontalidad, podrá conquistar el poder. Esto demuestra un avance en la conciencia que las fuerzas populares están logrando, pero al mismo tiempo, también se reflejan limitaciones en ese grado de avance.

Todavía no se comprende cabalmente el tipo de cambio que se requiere para resolver la situación que atraviesa el país, cómo y con quién hacerlo, por qué vías y con qué medios; conocer y dominar nuevas formas de lucha; aprender las leyes que rigen las insurrecciones, las revoluciones sociales, etc.

Lo que si debe estar bien claro para nosotros, es que esa conciencia tiene que dotarla el Partido revolucionario del proletariado.

En medio de la algarabía de los burgueses y los parabienes del imperialismo, por haber superado con «felicidad» este grave conflicto, el gobierno de Noboa se propone soldar las nuevas y hondas fisuras que se han abierto en el edificio de la dominación burguesa; cuenta para ello con el respaldo de todos los partidos políticos burgueses, menos de la socialdemocracia; ha recibido el beneplácito de toda la reacción y el auspicio pleno del gobierno yanqui y de los organismos internacionales del gran capital.

Los pueblos del Ecuador exigen soluciones para ahora, frente a un cúmulo de necesidades y en medio de una crisis sin precedentes en la vida del país, para lo cual Noboa no tiene la salida, pues insiste en la profundización de las políticas y las mismas medidas neoliberales planteadas por Mahuad.

Se ha entrado de lleno en la dolarización, que significa una medida de tipo monetarista tomada en reemplazo de la flotación de las divisas y que claramente va en favor de la banca, de los grandes exportadores e importadores, del capital financiero internacional; una medida que detuvo la estampida del dólar, bajó los índices de la inflación y los intereses, pero que eleva de modo escandaloso los precios de los servicios, alimentos, medicinas, combustibles, transportes, etc. al homologarlos con los precios internacionales, frente a lo cual, ninguna alza salarial podrá compensar a los trabajadores y empleados, y menos a los semiproletarios, a los campesinos, a las masas indígenas.

La llamada Ley de Transformación Económica, consagra la dolarización de nuestra economía y la entrega de nuestro patrimonio nacional a los monopolios imperialistas y los empresarios, que serán los grandes beneficiarios de los procesos de privatización de las más importantes empresas públicas y de la seguridad social.

Esa ley además consolida la flexibilización laboral al establecer la contratación de la mano de obra por horas de trabajo, eliminando aún más los derechos laborales. Ahora se anuncia todo un paquete de medidas económicas dictadas desde los organismos internacionales y acogidas servilmente por el gobierno, como el alza de los combustibles, de los pasajes de transporte público, la eliminación de los llamados «subsidios», que constituirán un verdadero despojo a la misérrima economía de las mayorías.

Si nuestra soberanía nacional ha sido subordinada al dólar y a la Reserva Federal norteamericana; nuestro suelo pisoteado por las tropas yanquis; si el régimen de Noboa intenta entregar nuestro patrimonio nacional, vía privatizaciones, a los monopolios extranjeros; si no se atienden y menos resuelven las necesidades de los pueblos, lo que va a ocurrir, es el crecimiento de la lucha social, de la protesta valerosa e indignada de todos los ecuatorianos que defendemos los intereses del país y de sus pueblos. Por ello es que los comunistas, no podemos hacernos ilusiones, ni darle tregua a un gobierno surgido del complot reaccionario del imperialismo, la burguesía y el Alto Mando militar.

Actualmente ciertos sectores y partidos burgueses, aprovechándose de la inconformidad y de las legítimas aspiraciones de los pueblos para resolver el atraso, están incitando el regionalismo, y despliegan las banderas de las autonomías provinciales y regionales como un supuesto planteamiento descentralizador y desconcentrador. Se realizaron Consultas Populares con esos objetivos en las provincias del Guayas y de Los Ríos; los sectores dominantes en otros lugares del país presionan la realización de nuevas consultas.

En los hechos, esos planteamientos autonómicos, movidos por la burguesía, pretenden debilitar al Estado nacional para dar vía libre a los intereses del imperialismo de subyugar aún más nuestro país; los planteamientos autonómicos de esos sectores, apuntan a fortificar el poder oligárquico local y los cacicazgos provinciales, aprovechándose de los gobiernos seccionales débiles, que si bien son autónomos, nunca recibieron sus rentas acorde con las necesidades de desarrollo de los cantones y las provincias. Además, todo el ruido que se ha levantado con las llamadas autonomías, buscan distraer a las masas trabajadoras de las verdaderas razones de la crisis y del atraso que viven las regiones, provincias y pueblos del Ecuador. En suma, las autonomías planteadas por estos sectores de la misma burguesía, en ningún caso representan una salida al Estado centralizador y antidemocrático que durante la República lo ha erigido la burguesía.

Los comunistas estamos a favor de un Estado de carácter unitario, democrático, que distribuya equitativamente los recursos para las regiones, las provincias, los diferentes pueblos del Ecuador; luchamos por conquistar la democratización en las instituciones del poder local, ya que la auténtica descentralización y desconcentración, la equidad en el desarrollo, será instaurada con el poder popular y el socialismo.

  Las Tareas del Partido y del Pueblo

Como lo señalara el Quinto Congreso de nuestro Partido, realizado en Diciembre de 1996: «La tarea central del Partido es unir, organizar y dirigir la lucha de la clase obrera, del campesinado, de las otras clases y capas sociales en sus propósitos de conquistar el poder y realizar las transformaciones económicas y sociales que el pueblo y el país necesitan y exigen. El Partido lucha para conducir a la clase obrera y a las masas trabajadoras a la instauración, por vía revolucionaria, de la Dictadura del Proletariado, por la construcción de la sociedad socialista y el comunismo».

Hoy, en las condiciones en las que se desenvuelve la vida del país y de sus pueblos, esta tarea cobra una trascendencia de mayor nivel, pues en medio del proceso de reanimación de las fuerzas sociales y de mayor activación de las luchas de masas, el Partido del proletariado requiere movilizar a potentes fuerzas para enfrentar el combate por las reivindicaciones sociales y políticas de hoy, del mismo modo que asegurar la perspectiva revolucionaria de la toma del poder.

El pueblo ecuatoriano y sus organizaciones, deben impulsar con fuerzas renovadas la oposición frontal en contra del gobierno derechista, neoliberal, continuista y proimperialista de Noboa. Es imprescindible desterrar de la mente de algunos sectores, aquella idea de que es necesario darle una tregua al gobierno burgués, de que hay que «darle tiempo», ya que eso permite que los enemigos puedan organizarse mejor y arremeter contra el pueblo.

La Oposición Popular debe estar dirigida al desenmascaramiento y combate de las políticas antipopulares del régimen, a su descarada entrega a los intereses del imperialismo y la oligarquía, desde cada frente y de manera general; pero a la vez, en el curso mismo de la lucha, hay que difundir los planteamientos programáticos alternativos del movimiento popular, las propuestas de la izquierda revolucionaria, la necesidad del combate por la conquista del poder popular en contraposición con los recetarios del neoliberalismo.

Parte importante de estas acciones constituye la lucha por la amnistía de los militares, policías y civiles que se hallan encausados por su participación en el Levantamiento de Enero del 2000.

Trabajamos porque la clase obrera y los demás sectores populares continuemos levantando como una bandera de lucha, el Programa de Gobierno de las Transformaciones Urgentes que necesita el Ecuador.

En mayo de este año se realizarán las elecciones para reemplazar a los Alcaldes, Prefectos provinciales, consejeros y concejales. Estas elecciones constituyen también un reto para el pueblo y para la izquierda revolucionaria. Utilizando una hábil política de unidad con las más variadas organizaciones populares, conformando de modo flexible las alianzas con diversas fuerzas políticas progresistas; desplegando las mejores iniciativas, tenemos que trabajar para que una parte considerable de la clase obrera, los campesinos e indígenas, los maestros, la juventud estudiantil, las mujeres, etc. se movilicen y voten por la izquierda revolucionaria y sean capaces de conquistar una victoria política y electoral importante en este ámbito de la lucha.

Hoy más que antes, tiene una gran importancia la organización y desarrollo de la lucha antiimperialista, ya que nuestro país está sufriendo la descarada agresión del imperialismo norteamericano que ha acantonado sus tropas en el puerto de Manta y trata de extenderlas al resto del país. Las tropas yanquis hollan nuestro territorio patrio y su presencia, atentatoria a la soberanía y a la independencia nacionales, debe motivar a todas las fuerzas democráticas y patrióticas para el rechazo frontal a esa escalada.

El imperialismo yanqui es el responsable del saqueo de nuestros recursos, de la oprobiosa dependencia de nuestra vida económica y política a los intereses norteamericanos, del extenuante yugo de la deuda externa, de allí que es nuestra obligación generar en todos los ámbitos de la vida del país, la repulsa beligerante de los trabajadores y los pueblos a los agresores y la exigencia de que los yanquis vuelvan a su casa!

Tarea insoslayable constituye ahora la forja y fortalecimiento de la más firme unidad y organización popular. Sin duda, en el seno del movimiento popular se evidencia más que antes un anhelo de unidad, ya que la misma lucha ha planteado esa necesidad; mientras más unidos, somos más fuertes y nuestra voz tiene mejores condiciones para ser oída; nuestros propósitos tienen mejores condiciones para realizarse.

La primera cuestión que debemos atender es la consolidación y desarrollo de nuestras fuerzas. Las organizaciones sobre las que los comunistas y los revolucionarios tenemos responsabilidades de dirección, deben afianzarse en los principios de la unidad, la democracia interna, la solidaridad y la decisión de lucha; sus integrantes deben avanzar en su conciencia política, en su profundo compromiso con la causa liberadora, para que comprendan del mismo modo el aporte que deben entregar para que el movimiento popular se consolide y avance.

Corresponde desarrollar nuestros mejores esfuerzos para agrupar, organizar y educar a nuevos sectores que se inscriben en la lucha general democrática, antiimperialista y que deben jugar, movilizados por nuestro Partido, un papel importante en el impulso del proceso revolucionario.

Hoy, es indispensable ganar a los sectores más avanzados del movimiento indígena trabajando en su seno, en sus distintas organizaciones y niveles, para generar una corriente de izquierda y revolucionaria, democrática y antiimperialista de los pueblos indios, una fuerza propia del partido del proletariado, en ese importante componente de la sociedad ecuatoriana.

El trabajo barrial, constituye un frente de nuestra actividad al que debemos prestarle importante aliento, desde diferentes actividades y sectores, por las características propias que tienen los barrios tanto en las actuales condiciones de la organización y la lucha de nuestro pueblo, como en la perspectiva de nuestra revolución. Igual trascendencia tiene el trabajo en el sector de los pequeños comerciantes, feriantes y vendedores ambulantes ya que constituyen, al lado del proletariado revolucionario y las otras fuerzas populares, un importante contingente para la lucha.

El conjunto de organizaciones sociales que se encuentran agrupadas en el Frente Popular, son un ámbito de la unidad que debemos afirmarlo en las acciones, en la lucha por la conquista del poder. Con este acumulado, podemos influir de manera constructiva para que la unidad sindical y popular alcance niveles más altos, consolide instancias como el Frente Patriótico, que debe ser organizado en las provincias, cantones, e incluso en sectores más pequeños. Hay que impulsar con mayor determinación la construcción de la Central Unitaria de los Trabajadores, como una instancia que potencie la lucha de la clase obrera y del movimiento sindical en general; de allí que debemos generalizar y cumplir las tareas señaladas por el Congreso Nacional de Trabajadores realizado en Febrero de este año, que se dirige a estructurar la CUT; afirmar la Coordinadora Unitaria de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras, CUNOCIN; de igual modo el trabajo con la UCAE, la FEUNASSC, la organización de la mujer, las organizaciones barriales, de pequeños comerciantes, etc.

Corresponde continuar insistiendo en el llamamiento a la unidad de la CONAIE y de los Parlamentos Indígenas con el Frente Patriótico, el Congreso del Pueblo y las demás organizaciones. La integración de un solo Congreso Unitario de los Pueblos del Ecuador, debe ser una exigencia de las bases del movimiento social ecuatoriano, que venza las actitudes sectarias, prepotentes y exclusivistas de ciertos dirigentes que no quieren la unidad del pueblo para la lucha.

Necesitamos ganar a los dirigentes honestos del movimiento social para convencerlos del fortalecimiento del Congreso del Pueblo, de que éste adquiera una forma de organización y funcionamiento, a la altura de lo que representa, estableciendo sus reuniones con los delegados legítimamente elegidos en las diversas organizaciones que lo conforman y que éstos tengan la condición de verdaderos diputados populares.

Es importante desarrollar, con iniciativa y audacia, un trabajo específico de vinculación con nuevos sectores del pueblo ecuatoriano, con todas las fuerzas interesadas en impulsar transformaciones patrióticas y democráticas, para atraerlas al campo de la revolución, para sumar sus esfuerzos a la causa liberadora, para limitar las posibilidades de acción de los elementos reaccionarios y del imperialismo.

El Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador, tiene ante sí el reto de cumplir a cabalidad su papel de destacamento del Movimiento Comunista Internacional y por lo tanto, ejercitar la práctica consecuente del internacionalismo proletario. Cumplir con honor las directrices de la Conferencia Internacional de Partidos y Organizaciones Marxista Leninistas, significa ante todo preocuparnos de la organización de nuestra propia revolución, pero al mismo tiempo, contribuir para el desarrollo de la lucha y organización de los trabajadores y los pueblos a escala internacional; del surgimiento de nuevos partidos comunistas y revolucionarios; del impulso de la solidaridad con la lucha de la clase obrera y los pueblos; del apoyo a los partidos y organizaciones marxista leninistas y revolucionarios.

Como parte integrante de estas acciones se inscribe la solidaridad con el pueblo de Cuba, con su proceso revolucionario, con la lucha heroica que libran en contra del bloqueo, el chantaje, las maniobras y las amenazas del imperialismo norteamericano.

Nuestros modestos esfuerzos están dirigidos a acercar, debatir y difundir las experiencias de la lucha revolucionaria de diversas organizaciones de izquierda del Continente, con la organización anual del Seminario Internacional «Problemas de la Revolución en América Latina»; del mismo modo, hemos considerado útil la participación del Partido en el Foro de Sao Paulo y en diversos eventos a los cuales hemos podido concurrir.

Ha sido gratificante la participación de delegados de organizaciones que el Partido influye, en eventos como el Encuentro de Sindicalistas en Europa, el Encuentro de Trabajadores de América Latina y el Caribe que se reúne en República Dominicana, los Campamentos de la Juventud Antifascista y Antiimperialista, los Congresos de la Confederación de Educadores Americanos, CEA; en los congresos obreros, magisteriales y campesinos; en la actividad de la Organización Continental de Estudiantes de América Latina (OCLAE).

Las organizaciones populares, obreras, campesinas, de maestros, de estudiantes, de mujeres, de pobladores, etc., deben continuar desarrollando una labor de acercamiento y vinculación con las demás de su tipo, a nivel internacional, para estrechar vínculos solidarios y trabajar en favor de los objetivos revolucionarios. Es necesario que este trabajo se amplíe, lo cual va en directa relación con la búsqueda de los recursos materiales para cumplir este tipo de tareas.

En cada uno de los momentos de la vida del país y en los diversos ámbitos del trabajo, requerimos el cumplimiento, en toda su expresión, del papel dirigente del partido. Ello significa sostener el punto de vista del proletariado revolucionario frente a todos los acontecimientos políticos, económicos, sociales y culturales del país; elaborar y esforzarse para poner en práctica una línea de principios coherente, revolucionaria, para enfrentar los puntos de vista y las acciones de la burguesía y el imperialismo, así como para orientar la lucha liberadora de los trabajadores y de los demás explotados y oprimidos; colocarse en la primera línea de combate que libran la clase obrera y los pueblos del Ecuador, por sus urgentes necesidades y en la búsqueda de un futuro de libertad.

Liderar con firmeza y oportunidad las acciones de todos los sectores sociales que apunten a enfrentar al régimen de la burguesía y su sistema; el combate frontal a las políticas neoliberales y a la existencia misma del capitalismo, es indispensable para generar ante las masas un claro referente que le permita orientarse y encaminar sus luchas; contribuir a la unidad, educación y organización de la clase obrera, de los campesinos y de todos los pueblos del Ecuador.

El Partido debe prepararse para asumir en todos los terrenos, en todas las condiciones y circunstancias, su papel de dirigente, organizador y hacedor de la revolución ecuatoriana, que constituye parte inseparable de la revolución internacional del proletariado. Aprender a manejarse con la suficiente capacidad, oportunidad, eficacia y disposición en todas las formas de lucha, en todas las grandes tareas que demanda el proceso de la liberación nacional y social.

Ello implica también el estímulo que el PCMLE debe generar en las masas trabajadoras y los pueblos en general, para que desarrollen las cualidades que demanda la confrontación de clase, las batallas por su propia liberación, para cumplir con valentía su rol de hacedores de la historia y constructores de la nueva sociedad socialista.

La ofensiva ideológica, constituye una acción multilateral tendiente a crear en los trabajadores y el pueblo, la conciencia acerca de cual es el origen de su situación, de las posibilidades de cambiarla por vía revolucionaria, de la necesidad de conquistar el poder político, de la urgencia de desarrollar la unidad para enfrentar estas tareas históricas.

La Ofensiva debemos desarrollarla en todos los planos, de manera más intensa, amplia y perfeccionada, teniendo a la relación permanente del Partido con las masas, al Debate directo con los trabajadores y los demás sectores sociales interesados en la revolución.

La prensa comunista y la propaganda revolucionaria en general, requieren un impulso decisivo para cumplir su papel de desarrollar la conciencia política de nuestro pueblo y convertirse en los ejes de la ofensiva ideológica. Sobre todo, el periódico En Marcha, necesita de un gran esfuerzo de la militancia y la dirección para asegurar su publicación periódica, su correcta utilización como propagandista colectivo, al mismo tiempo que sirva para la construcción orgánica del Partido.

La Construcción Multilateral del Partido es una cuestión de primer orden a ser enfrentada de modo urgente, por los requerimientos que demanda la situación del país. Cada vez es más necesario un partido grande, aguerrido y que trabaje de manera calificada en las tareas centrales del proceso revolucionario.

La afirmación ideológica del Partido, es de primera importancia para lograr el cumplimiento de nuestro papel, preocupándonos de una mejor aprehensión teórica del marxismo leninismo, su utilización cada vez mejor afinada para el análisis y el trazamiento de orientaciones y tareas que nos ayuden en la transformación de la realidad, que por otro lado, necesitamos conocerla de mejor manera.

Una mayor capacitación de la militancia, a través de una persistente y organizada educación política, es la tarea urgente. Existe una promoción constante de nuevos camaradas que requieren afirmarse en la ideología y la política proletarias, así como los militantes con mayor tiempo en las filas del partido, tenemos que profundizar nuestra formación teórico - política revolucionaria. Para ello hay que poner en funcionamiento las escuelas provinciales y la Escuela Nacional, los cursos provinciales y de frente, al mismo tiempo que incentivar el estudio individual de los comunistas. Parte integrante de este proceso es la formación de nuevos cuadros, la forja de nuevos y numerosos dirigentes revolucionarios, continuadores de la causa de la revolución y del marxismo leninismo.

La afirmación ideológica del partido, constituye también el combate en contra de las desviaciones del revisionismo y el oportunismo, que ahora se manifiestan «reciclados» en el movimiento de masas y revolucionario. Sus fundamentos constituyen, como en el pasado, la negación de la revolución y el socialismo; debemos prevenirnos contra las infiltraciones ajenas a nuestra ideología y política, que pueden ocurrir en nuestras filas, así como desviaciones en el curso de nuestra práctica. Desarrollar con intensidad y permanencia la lucha ideológica, que nos permita mantenernos en la línea de principios y cumplir el papel que nos asigna nuestro compromiso histórico.

Persistiendo en las orientaciones del Quinto Congreso, poner énfasis en el reclutamiento de nuevos militantes, como el resultado de un proceso de difusión de las propuestas revolucionarias en medio de las masas trabajadoras, del debate y discusión con las mismas acerca de la necesidad de organizar la revolución para producir los cambios que el país requiere, de cómo instaurar el poder popular, etc. El reclutamiento, requiere un plan definido por los organismos correspondientes, la célula y el Comité, al fragor de las acciones, ganando a los mejores combatientes para los grupos de candidatos, atendiendo de mejor manera el estudio, discusión y formación de los futuros militantes.

La célula, es la instancia orgánica que debe merecer una atención permanente de los militantes y dirigentes, para que cumpla adecuadamente su papel de un centro de dirección frente al sector del pueblo en donde desarrolla su actividad; garantizar su funcionamiento basado en las normas leninistas y la aplicación del centralismo democrático; poner atención a la formación teórica de sus integrantes, al impulso de la propaganda revolucionaria para desarrollar la conciencia de los trabajadores y los pueblos; preocuparse de que afirme su autosostenimiento ideológico y político. Todos tenemos que trabajar para mantener en alto nivel la disciplina partidaria, condición indispensable para el cabal ejercicio de nuestra condición de revolucionarios.

El Comité del Partido, debe esforzarse para cumplir su papel como un mando de dirección; asegurar la elaboración de las directrices políticas para conducir al partido y a los sectores sociales sobre los que influencia; ello se dará en la medida que garanticemos el ejercicio de una permanente discusión política en estos organismos, la participación de sus integrantes en la discusión colectiva para elaborar esas políticas y el cumplimiento de las responsabilidades individuales que el Comité le asigne. Es una tarea de primer orden para los comités, la relación viva y permanente con las organizaciones de base, con las células y grupos de candidatos, para transmitir de manera adecuada las decisiones, para recoger sus inquietudes y sugerencias, para de manera conjunta empujar las tareas que demanda el proceso de la revolución.

En las condiciones por las que atraviesa el país y las tareas que demanda la revolución, tenemos que consolidar y desarrollar nuestras políticas de autosostenimiento, especialmente la organización de las finanzas. Nuestras decisiones en mucho dependen de la posibilidad económica y material para llevarlas adelante; de allí que este aspecto del trabajo político no puede descuidarse; los organismos requieren de un presupuesto para el cumplimiento de las actividades y la búsqueda de fuentes seguras de recursos para impulsar el trabajo.

Camaradas!: sin duda que el avance del proceso revolucionario, nos plantea en este momento retos y desafíos de gran trascendencia; los comunistas del Ecuador, recogiendo el acumulado de valiosas experiencias, resultantes de nuestro accionar por la causa de la revolución, de la lucha internacional del proletariado y los pueblos, sabremos ponernos a la altura de las exigencias, requerimientos y necesidades que demanda el combate por la instauración del poder popular y el socialismo.

Con el ejemplo de nuestros camaradas caídos y con el impulso que el combate de nuestros pueblos nos brinda, vamos a trabajar con mayor decisión y entereza para el impulso de las orientaciones y tareas que nos demanda nuestro Congreso y la revolución. ¡¡Cumplamos con honor este mandato!!

PARTIDO COMUNISTA MARXISTA LENINISTA
DEL ECUADOR

 CONGRESO EXTRAORDINARIO

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